sábado, 15 de marzo de 2014

Capitulo 42

—No quiero discutir otra vez contigo esta noche, PedroEl asintió
—Bien, entonces no discutiremos.
—¡Parece que somos incapaces de hacer otra cosa!


El se encogió de hombros.


—Estaremos aquí juntos una semana Paula, sin otras distracciones. Tenemos que hablar de algo.
—Ya te he dicho qué pasó aquella noche. Me interesa más lo que pasó después afirmó ella.


Pedro apretó los labios


—Una vez más te refieres al accidente de auto en que murieron dos hombres.


La súbita frialdad que mostró le reveló la renuencia que tenía a hablar del accidente.


—Te aseguro que no me voy a sentir herida por cualquier cosa que puedas decir acerca de tus sentimientos por Samantha.
—¿No?
—No —confirmó Paula. No eres el primer hombre en irse a la cama con una mujer cuando estás enamorado de otra. Y dudo mucho que seas el último —añadió con sonrisa pesarosa


Pedro tensó la mandíbula.


—¿Me consideras tan canalla?
—Creo que eras un hombre rodeado de mujeres que siguen la Formula Uno encantadas de acostarse con el campeón sin importarles que esté enamorado de otra mujer —explicó ella con pragmatismo —A las mujeres les encanta esa imagen de macho y tú lo sabes.
—¿A ti? —en ese momento sonó divertido.
—No hablábamos de mí.
—¿Por qué te acostaste conmigo aquella noche Paula?
—Porque eras condenadamente sexy por supuesto—comentó con ligereza. —Y ahora, ¿querrías...?
—¿En pasado Paula? —cortó él con suavidad y voz ronca. —¿Ya no me encuentras sexy?


Sí, lo encontraba más sexy, se pondría literalmente a babear... le arrancaría esa camisa de seda para tocarle la piel desnuda. ¡Estaría de rodillas suplicándole que volviera a hacerle el amor! Otra vez...
Sólo pensar en ellos hizo que se le endurecieran los pechos y los pezones se marcaran contra la tela suave de su vestido.

Le lanzó una mirada irritada.


—Deberías llevar un sello en la frente advirtiendo de que eres peligroso para la salud—frunció el ceño cuando él comenzó a sonreír. —Me alegro de que lo encuentres divertido —musitó


No perdió la sonrisa mientras la observaba. Sin que Paula se diera cuenta, cada vez se sentían más relajados el uno en compañía del otro.


Adelantó levemente el torso.


—Tú deberías llevar una advertencia sobre los pechos.


El rubor le invadió las mejillas.


—¿Mis pechos...? —se atragantó.


Pedro asintió.


—Son hermosos Paula, firmes, redondos. Encajan a la perfección en mi mano y tus pezones son...
—No estoy segura de que sea una conversación para la sobremesa Pedro—exclamó cuando pudo recobrar el aliento.


El dejó que su mirada bajara a la parte de la anatomía de Paula en cuestión que en ese momento tensaba el corpiño del vestido. Un claro indicio de que la conversación la había excitado tanto como a él. Sin embargo, no podía, ni se atrevía, a hacerle el amor. El temor a otra pérdida en su vida hizo que su terminación de no arriesgar la vida de Paula con un posible segundo embarazo fuera firme.


Apretó los labios al comprender el aprieto en que los había metido a ambos.


—Tienes razón Paula, no lo es —se puso de pie.
—Yo... ¿adónde vas? —frunció el ceño al verlo ir hacía la playa.


Pedro giró en el sendero y la luz de la luna se reflejó en sus ojos.


—Necesito algo de tiempo para mí—explicó con tono distante.


No podría haberle dicho con más claridad que después de sólo dos días juntos ya se había aburrido de su compañía


—Bien asintió—Te veré por la mañana, entonces—añadió con docilidad aún algo aturdida por el cambio tan súbito en Pedro, después de pasar tantas semanas resistiéndose a él también estaba sorprendida por el intenso deseo que la embargaba de ser seducida.
—No lo dudo —confirmó de forma escueta.


Y Paula comprendió con dolor que no parecía nada feliz ante dicha posibilidad...
Los dos días que Pedro había necesitado para sentirse aburrido en su compañía eran los mismos que ella había requerido para comprender que lo amaba más que nunca

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