lunes, 27 de enero de 2014

Capitulo 7

Cinco años después....

—Es una fiesta asombrosa... ¡No me lo creo! —musitó Micaela con incredulidad.
—¿Qué no crees? —preguntó Paula con paciencia; su hermana no había dejado de lanzar exclamaciones por una cosa u otra desde que su familia llego a San Francisco hacía dos días.


Aunque tenía que reconocer que la vista del horizonte nocturno de San Francisco desde el salón en que se celebraba la fiesta privada en lo alto de uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad era espectacular. Se podía ver el puente Golden Gate iluminado en todo su esplendor.
Pero Micaela no miraba por una de las ventanas, sino hacia el salón atestado donde se celebraba la fiesta para presentar a las familias de su primo Brian y de su novia estadounidense Daiana Fabrizzi, en la víspera de la boda.

—Pero no puede ser él, ¿verdad? —preguntó Micaela—Sé que la tía Gloria no ha dejado de hablar en los últimos días sobre lo bien relacionada que estaba la madre de Daiana, no obstante, no me puedo creer...
—Micaela, por el amor del cielo, deja de beber champán y... —calló de golpe al volverse y ver quién tenía tan embobada a su hermana

No lo había visto en cinco años. ¡Cinco años! Aunque no le costó reconocerlo...Pero se dijo que Micaela debía de tener razón,no podía ser él y  menos en esa fiesta. Tenía que ser una ilusión óptica o quizá una pesadilla andante

—¡Es el! —exclamó Micela entusiasmada, apretando el brazo de su hermana. —¡Es Pedro Alfonso, Paula! ¿Puedes creerlo?

No podía creérselo ni quería hacerlo. Tal vez no fuera él, sino alguien muy parecido.
La altura era la misma, pero llevaba el pelo más corto. Los ojos parecían fríos y distantes a pesar de la sonrisa que exhibía mientras lo presentaban a otros invitados. El hoyuelo en la barbilla era el mismo, pero ese hombre tenía una cicatriz que iba desde el ojo izquierdo hasta la mandíbula, alterando la hermosura de su cara.
Recordó que a Pedro lo habían fotografiado con una cicatriz en el lado izquierdo de la cara cuando le dieron de alta del hospital tres meses después del espantoso accidente de coche que había matado a dos de sus colegas.
Meses después del accidente, había regresado a Italia en el jet familiar, lo habían fotografiado al entrar en el hospital y más adelante al subir al avión, aunque desde entonces rara vez se lo había visto en público. Acabada su carrera de piloto, había centrado su atención en las bodegas Alfonso y en apariencia había dejado el estilo de vida de playboy del que tanto había disfrutado en el pasado.


—¿Te acuerdas de aquellos pósteres que tenía de él por toda mi habitación cuando era más joven?

Micaela rió.


Claro que Paula los recordaba... le habían causado escalofríos durante meses después de la noche que había pasado con él. La había aliviado sobremanera que su hermana los quitara para reemplazarlos por los de unos jóvenes actores de Hollywood.

—Es maravilloso, ¿verdad? —musitó Micaela con voz soñadora.
—Encantador —mintió Paula, observando a Pedro, que en ese momento hablaba con su tío Simon.

Tenía un aspecto arrebatador, el cuerpo ágil y evidentemente en forma bajo el esmoquin negro, la camisa blanca como la nieve y la pajarita negra.
¿De verdad podía ser Pedro?
Por el modo en que su mera presencia había atrapado la atención de todas las invitadas, Paula si lo creyó. Simplemente no quería que lo fuera

—Lleva el pelo más corto, por supuesto... Oh, mira, se apoya más en la pierna izquierda... —comentó Micaela con evidente simpatía en la voz cuando su primo Brian siguió presentándoselo a otros miembros de la familia que habían realizado el viaje para la boda del día siguiente.
—No olvides que sus piernas quedaron destrozadas en el accidente de hace cinco años —murmuró Paula ceñuda. Saliendo repentinamente del letargo en el que había caído, enlazó el brazo con el de su hermana—Vamos en busca de más champán.
—¿No sientes curiosidad por saber si es él? —Micaela la miró con expresión burlona.

Eran de estaturas similares, pero Micaela llevaba el cabello corto y el vestido azul hacía juego a la perfección con sus ojos.
—En absoluto —descartó Paula con firmeza, yendo adrede al extremo más alejado de la barra y lejos de donde el hombre parecido a Pedro en ese momento era el centro de atención.

Micaela emitió una risita burlona de afecto mientras esperaban que les rellenaran las copas de champán.

—¡Mi hermana, la mujer que odia a los hombres!
Paula enarcó las cejas
—No odio a todos los hombres... sólo a aquellos que han pasado de la pubertad
—Exacto —Micaela sonrió—Me pregunto si debería ir a saludar a Brian y ver si me presenta a... No, aguarda un momento... —miró por encima del hombro de ella. —Creo que nuestro adorado primo lo trae para que lo conozcamos —el rostro se le iluminó

¡No!

Paula no podía creer que estuviera sucediendo ni siquiera quería mirar al hombre que se parecía a Pedro Alfonso y menos que se lo presentaran...

No hay comentarios:

Publicar un comentario